La expresión Triduo pascual, aplicada a las fiestas anuales de la Pasión y Resurrección, es relativamente reciente, pues no se remonta más allá de los años treinta de nuestro siglo; pero ya a finales del siglo IV San Ambrosio hablaba de un Triduum Sacrum para referirse a las etapas del misterio pascual de Cristo que, durante tres días, et passus est, et quievit et resurrexit.
Deslumbrada por la realidad histórica de la muerte de Cristo, la primitiva Iglesia advirtió la necesidad de celebrar litúrgicamente este hecho salvífico, por medio de un rito memorial, donde, en obediencia al mandato expreso del Señor, se renovara sacramentalmente su sacrificio.
De este modo, durante los primeros compases de la vida de la Iglesia, la Pascua del Señor se conmemoraba cíclicamente, a partir de la asamblea eucarística convocada el primer día de la semana, día de la resurrección del Señor (dominicus dies) o domingo.
Y, muy pronto, apenas en el siglo II, comenzó a reservarse un domingo particular del año para celebrar este misterio salvífico de Cristo. Llegados a este punto, el nacimiento del Triduo Pascual era sólo cuestión de tiempo, cuando la Iglesia comenzase a revivir los misterios de Cristo de modo histórico, hecho que acaeció, por primera vez en Jerusalén, donde aún se conservaba la memoria del marco topográfico de los sucesos de la pasión y glorificación de Cristo.
De todos modos, en el origen de la celebración pascual, tampoco puede subestimarse la benéfica influencia de la respuesta dogmática y litúrgica de la ortodoxia frente a la herejía arriana; reacción que supuso una atracción de la piedad de los fieles hacia la persona de Jesús (Hijo de Dios e Hijo de María), y hacia sus hechos históricos.
Cada celebración del Triduo presenta su fisonomía particular: la tarde del Jueves Santo conmemora la institución de la Eucaristía; el Viernes se dedica entero a la evocación de la Pasión y Muerte de Jesús en la cruz; durante el sábado la Iglesia medita el descanso de Jesús en el sepulcro. Por último, en la Vigilia Pascual, los fieles reviven la alegría de la Resurrección.
Remontándonos aún más en el tiempo, ocurrió que después de la última sublevación de los judíos, se destruyó el Templo de Jerusalén.
Y los romanos, arrasaron con todo, construyendo nuevas calles y edificaciones.
Para eliminar cualquier rastro de religión, en lugares que la tradición decía que habían pasado cosas, pusieron templos. Por ejemplo, en el sitio donde la tradición decía que había nacido Jesús, puso una hornacina dedicada a Adonis. En el calvario, un templo dedicado a Venus. La zona del calvario, en época de Adriano, fue urbanizada.
Santa Helena lo tuvo relativamente fácil.
Después de Santa Helena, se corrió la voz, y hubo peregrinaciones masivas a Tierra Santa.
En Tierra Santa, básicamente se hacía lo mismo que se hace ahora, es decir, visitar los distintos lugares y realizar las diferentes ceremonias.
Los peregrinos, al volver a sus lugares de origen, querían repetir lo que habían hecho en Tierra Santa. Y así lo hicieron
Sabemos por una leonesa, Egeria, que los ritos no cambiaron mucho a lo largo de los años.
Así nació la Semana Santa, tal y cual la conocemos hoy
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